Hace once años, Loreen conquistaba con gran ventaja el primer lugar de Eurovisión 2012 en representación de la seis veces ganadora delegación sueca con un tema ("Euphoria") que sorprendentemente aún a día de hoy se recuerda no sólo como una de las mejores piezas vencedoras del citado torneo intercontinental, sino como un hit en todo el sentido de la palabra que llegó incluso a escucharse superando la valla europea hasta arribar hasta estas tierras en pleno apogeo de la música electrónica encabezada por aquellos tiempos por David Guetta, LMFAO, Pitbull y los últimos rezagos de la última gran era de Black Eyed Peas.

Este año, en lo personal, no guardaba una esperanza demasiado grande por ver repetir a Loreen una vez que me enteré de su posible regreso en caso saliera victoriosa en la selección interna que se vivió durante el Melodifestivalen. En ese sentido, el problema claramente nunca fue ella, sino yo. Aunque el que Loreen haya dejado la valla muy alta la primera vez también tuvo algo que ver. Sabía que podía llegar a las notas más sobrecogedoras sin mucho esfuerzo. Sabía que su calidad interpretativa estaba más que asegurada en esa máquina que tiene como cuerdas vocales. Pero dudaba mucho de que pudiera superarse a sí misma con una canción que haga palidecer la grandeza lograda con "Euphoria", que es precisamente lo que todo mundo esperaba de alguien con un legado eurovisivo tan grande como el suyo. En mi mente el paralelismo ya se había trazado: ¡sería como pedirle ahora mismo a Madonna que nos conceda algo en la línea de "Frozen" con todo el fervor y deleite ante lo místico que lograrlo conlleva y que, sumado a eso, barra cual tornado con el gusto de la gente! Podría pasar, claro está. Pero ¿sería tan fácil?


Loreen en la primera puesta en escena de "Tattoo" durante la cuarta semifinal del Melodifestivalen. Dicha actuación es, a la luz de lo visto y de manera unánime, la mejor hasta el momento.


Lo que vino después me dejó con la boca abierta. Una vez que escuché "Tattoo" supe que Loreen realmente podría protagonizar una hazaña sólo una vez vista en los casi setenta años de historia de Eurovisión: que hubiera nuevamente un dos veces ganador del festival, por primera vez por el lado de las mujeres, y luego de casi 35 años desde lo conseguido por el irlandés Johnny Logan (1980 y 1987 como cantante y 1992 como compositor)

La puesta en escena de "Tattoo", claramente inspirada en un contexto de luchar o morir en el intento entre el ser humano y las fuerzas divinas y de la naturaleza, es quizá la mejor que podría tener Eurovisión -en caso Loreen decida no alterarla, como parece que será el caso de aquí a mayo-, pues ensalza al máximo la canción y la lleva a un nivel de conmoción y resiliencia otorgándole un cierre perfecto a una promesa de amor a prueba de todo, que es precisamente de lo que va. Es netamente cinematográfica, 100 % minimalista y, lo más complicado, devora esto y aquello para finalmente regurgitar un único especimen de una manera armonizada, cohesiva, deliciosa... y en apenas tres minutos y 13 segundos.

El que tiene ojos, seguramente lo verá: el amor, la esperanza, la entrega y el empoderamiento por un lado. Y, por el otro, el peligro, la inmensidad, el azar, lo inesperado, el temor al fracaso, lo increíblemente frágil de la esencia humana y finalmente la muerte. Quizás se es muy joven para reconocerlo, pero tarde o temprano a todos nos alcanza este abanico de realidad y quizás por eso "Tattoo" es más universal de lo que muchos se han percatado.

El pico más alto de la performance de "Tattoo" se mantiene intocable ante mis ojos. Pocas cosas igual de abstrayentes he visto en mi vida como ese quiebre absoluto que abre paso cual mutación al último coro de "Tattoo". Pero por más que éste me fascina, sigo teniendo como mis líneas favoritas de la canción esas que son precisamente la parte que la elevan a su máximo nivel extraterrenal:

"Violins playing and the angels crying
Whеn the stars align then I'll be thеre".


"Suenan los violines y los ángeles lloran
Cuando las estrellas se alineen, ahí estaré".